Esta tarde durante mi paseo habitual por el barrio me encontré a un señor en apuros dentro de un cajero automático de una sucursal bancaria, en la avenida de Los Príncipes del barrio santacrucero de Ofra.
Tal era el apuro y la imposibilidad de abrir la puerta del susodicho cajero que hubo de requerir telefónicamente el auxilio y la intervención de los Bomberos, que ráudos acudieron al lugar y tras unos minutos de forcejeo no si dificultad lograron abrir la condenada puerta y liberar al pobre incauto que había entrado en el cajero, ávido de pasta para poder comprar alguna cosilla y aliviar así de paso la economía local por eso de la Crisis.
Y parece que ha sido precisamente la Crisis la que hubiera causado esta avería, pero no porque la Entidad bancaria negara al usuario armado con su tarjeta de débito en vigor y sin números rojos la cantidad que requería al portal bancario cumpliendo con la instrucción de negar cualquier crédito o préstamo a nadie que no tenga tantas recomendaciones o avales que un tal Onassis…
No, la causa es más sencilla y menos rebuscada… es porque desde hace unos cuantos días esa dichosa puerta viene fallando casi de forma sistemática y según los transeúntes y curiosos que se acercaron al lugar, no es la primera ni será la última vez que esto sucede, lo que convierte ese cajero en un auténtico espectáculo, y a pesar de conocer esta circunstancia la Entidad no la repara convenientemente, por eso de la Crisis.
Esperemos que no le pase a nadie lo mismo a las 3:00 de la madrugada y sin teléfono móvil, porque para abrir la puerta, los bomberos tuvieron que valerse de una “pata cabra”, útil urbano que siempre te saca de un apuro y que lleva cualquiera en el bolsillo de atrás del pantalón y que cada vez más se convierte en algo necesario para ablandar a los banqueros o para abrir las puertas que los Bancos se empeñan en cerrar también… a la salida.
Desconozco si el desafortunado cliente logró su dinero, pero estoy seguro que le quedaron pocas ganas de volver a intentarlo.
Que pasen un buen día.
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