viernes, 25 de diciembre de 2020

Cuento de Navidad 2020

 

Les voy a contar un "Cuento de Navidad"... 
 
Juan era maestro albañil, de hecho, cuando trabajaba, hace ya algunos años, lo conocí mientras construía la que hoy es mi casa, un bloque de viviendas de Ofra en Santa Cruz de Tenerife. Solía hablar con él de cuando en cuando, al pasear por la zona mientras se encontraba en obras, siempre me atendía amablemente y bromeábamos sobre el acabado de mi vivienda, como el de muchas otras de amigos, compañeros y ahora, vecinos.
 
Pasaron los años y Juan, como muchos otros canarios, se enfrentó a una grave crisis económica que derivó en una crisis social, la del año 2008, quedando en paro, sin trabajo ni ocupación, haciendo algún que otro cáncamo para sobrevivir, después de haber vivido una vida de plenitud económica, según me comentaba por aquellos tiempos, en los que tenía de todo.
 
Después de aquella crisis, Juan no volvió a levantar cabeza, perdió a su familia, por su mala cabeza según me enteré, perdió los bienes materiales que poseía y perdió su oportunidad de seguir activo, trabajando, ganando un sustento y así, poder seguir viviendo con la dignidad que cualquier persona que quiere trabajar, merece.
Hoy me he encontrado a Juan en el barrio; yo había bajado a dejar la basura en los contenedores y allí me encontré con una persona mal vestida, sucia, despelujada y aviejada como nunca pude imaginar. Era Juan, que tiene algún año más que yo, pero aparentaba rondar los setenta y muchos, estaba demacrado, muy delgado; él ni siquiera me reconoció, pero yo sí.
 
Le dije que no debía rebuscar en la basura, que se podía poner enfermo y me dijo que estaba buscando algo para comer, que hoy no había comido nada aún y me pidió algo de dinero para comprar alimento. No había comido... ni se había duchado en semanas, porque el pobre olía peor que los mismos contenedores donde se metía para rebuscar las sobras de nuestras cenas y comidas de Navidad, para echarse algo que, a saber quien, habría dejado en la basura orgánica que desechamos de nuestros cómodos hogares.
 
Por supuesto que le di dinero, lo que llevaba, unos cinco euros, que a mi no me iban a hacer pobre y a Juan, le iban a suponer seguramente, poder comerse una hambrugesa o un perrito en un local del barrio del Cigueñal, al que le envié a comprarlo, para que al menos, esta noche de Navidad, pudiera echarse algo caliente y comestible a la boca.
Marché del lugar después de cerciorarme que Juan, seguía escrupulosamente mis indicaciones, cosa que hizo y me quedé un poco más tranquilo.
 
No me quejo de tener a un pobre, ¡¡¡que digo pobre!!!, a un desgraciado que no tiene donde caerse muerto en mi calle, rebuscando en la basura, yo no me quejo por eso.
 
Ese es en realidad el "Cuento de Navidad", me quejo de que tengamos una sociedad que practica la solidaridad por días y antes las cámaras de TV; ¿dónde están los bancos de alimentos, los asuntos sociales municipales, insulares, autonómicos o nacionales... 
 
Me quejo amargamente de tener una pléyade de políticos, empleados y funcionarios gestores de lo público, que dan lecciones de todo, porque de todo saben, mientras permiten que haya personas como Juan, deambulando con enorme riesgo para su salud y la de todos, porque, por si no se habían percatado, Juan también es una víctima propiciatoria de esta pandemia; puede contraer la enfermedad y morir en la calle, pero además puede repartirla a pesar de él, porque nadie controla su desgracia y su miseria. Juan no tiene móvil de última generación ni le controlan sus allegados o contactos con ninguna aplicación de radar.
 
Me quejo de tener muchas ONGs que viven de las subvenciones que pagamos con nuestros impuestos, que solo aparecen cuando hay un contrato por medio, cuando se les hace publicidad o hacen declaraciones, con dinero por delante, que para eso montaron el chiringuito.
 
Me quejo amargamente de tener unas administraciones que gestionan pésimamente nuestros impuestos, los suyos y los míos, los mismos que Juan pagó seguramente hace años y ahora, por más que quisiera, no puede hacerlo, porque no consigue trabajo ni una oportunidad para reconvertirse o rehabilitarse.
 
Me quejo, en suma, que estando en Navidad, en esa época de felicidad, de añoranza, de melancolía, de estar con las familias y amigos, de buenos sentimientos y de regalos, haya personas como Juan, que no pueden disfrutar de ello pero no por la Covid19, sino por la infinita desgracia de ser pobres y estar solos.
 
Ese es mi "Cuento de Navidad", la realidad más dura, que esta tarde como cualquiera otra, ustedes, mis queridos amigos, se pueden encontrar también en la puerta de sus cómodas casas, cuando saquen al perro a hacer sus necesidades, a dar un paseo para tomar el aire o simplemente a tirar la basura, ese preciado regalo de Papá Noel para muchos pobres de solemnidad que no tienen nada que comer, en estos felices días de fiesta navideña.
 
Si tienen perro, seguro que dormirá y comerá mejor que Juan.
 
No les molesto más, no sea que turbe esta noche, sus merecidos descansos.