Ya estamos en un nuevo año. Por fin dejamos atras al 2009, año nefasto y perturbador como pocos entre estos últimos años, durante el cual hemos visto quizás solo el asomo de lo que puede llegar a ser el desastre de la crisis económica en nuestra maltrecha sociedad del bienestar. Todos esperamos la aparición de los famosos brotes verdes, pero enfermos de una especie de daltonismo espiritual, negamos su existencia con la misma vehemencia que anhelamos equivocarnos. Pero lo evidente es que ya ha pasado un año, el que todos los expertos y no expertos vaticinaron como el peor de este período de crisis y desasosiego, el que marcaría el punto más bajo, el suelo y quizás el comienzo de una etapa de estancamiento y una posterior recuperación, lenta pero constante.
Y creo que a pesar de que todos los indicadores pueden ser interpretados en uno o en otro sentido según las necesidades de quienes los saquen a la luz, lo que es innegable es que esta sociedad está herida y cansada de pesimismos y derrotismos, por más que algunos pretendan hacer caja con la mala economía y la desesperanza de los ciudadanos.
El Gordo de Navidad no alivió más que a unos pocos suertudos a los que el azar brindó la oportunidad de la fortuna entre tanta miseria. Ni siquiera el Niño, que en su mayor parte quedó en las arcas de Hacienda, porque no fueron vendidas 108 de las 120 series. Al menos nos queda el consuelo que Hacienda somos todos, y esos dineros podrán ser usados en políticas sociales, tan necesarias en estos tiempos.
El Paro ha dejado de incrementárse al ritmo que lo hacía hasta ahora, y eso que no es una estación en la que se genere especialmente empleo... tampoco se destruye, suele ser más bien de estancamiento, pero es un signo de menor negatividad que se agradece.
Las rebajas están ya en la calle, y los comercios esperan al menos, hacer caja para no perder, porque el año no ha sido bueno y esta campaña navideña no ha sido para tirar cohetes. Los precios están más bajos que nunca, y seguro que es una inmejorable oportunidad para comprar.
Sin embargo uno de los fenómenos más significativos que se han reproducido en la última parte del año 2009, es el incremento hasta al 19% del ahorro de las familias, y en cualquier estrato social, aunque sus ingresos sean mayores o menores, se han decidido por el ahorro, y si la estadística indica que el indice de ahorro suele reflejar solo un 25% del total de recursos económicos que guardamos y no gastaños, el panorama es cuando menos desalentador.
La pregunta es muy sencilla,... en vez de guardarlo ¿por qué no se emplea ese dinero en inversiones, en crear empleo, en fomentar la creación de empresas, en dinamizar el consumo, en resumen, en crecer económicamente?. ¿Quiénes tienen que tomar la iniciativa... los Bancos, las Cajas de Ahorro, los ahorradores, los empresarios pequeños, medianos o grandes, la Administración local, autonómica o nacional...?
Necesitamos proyectos que generen confianza, que cautiven la atención de los ahorradores y de los inversores para poner a funcionar la máquina económica, que generen estabilidad, empleo y riqueza. Tendrán que ser proyectos nuevos, basados en las nuevas tecnologías, en la innovación y la investigación, que sean respetuosos con el medio ambiente, que preserven los recursos en vez de dilapidarlos, para ser consecuentes con las nuevas tendencias sociales y reducir los riesgos del cambio climático. Debemos aprovechar esta oportunidad de empezar de cero, de renacer desde las cenizas de una sociedad económica que toca arrebato porque está fundida de ideas y de principios. Necesitamos nuevas ideas, nuevos valores, nuevas metas para poder mirar con esperanza un poco más allá del 2050 cuando los recursos petrólíferos se verán claramente mermados, y se generará si no lo remediamos antes, una crisis mucho más profunda y de incalculables costes, que cambiará todo, absolutamente todo.
Por eso debemos aceptar este reto, el del renacimiento tecnológico, el de la globalidad, un reto para todos, pero sobre todo para nuestros jóvenes, a los que debemos ofrecer algo más que videojuegos, teléfonos móviles de última generación y coches tuneados. A esos jóvenes que ahora ocupan las Universidades y que serán los líderes de nuestro mundo dentro de unos 25 años, a esos mismos jóvenes que hoy huyen de la política porque tienen la sensación que es más un medio para vivir sin dar golpe que una profesión dedicada y altruista, hartos de oir y leer de casos de corrupción aquí y allá, de ver siempre las mismas caras, prometiendo lo mismo y no cumpliendo lo prometido, claro está, salvo honrosas excepciones, que las hay.
Estos jóvenes están sedientos de proyectos, albergan esperanza pero les falta lo fundamental, el liderazgo, que debe ser protagonizado por algunos de sus mayores, si queremos evitar una revolución traumática, como suele ser la que tiene como lider algún valor emergente o populista.
Y ese es el riesgo en la actualidad. Todos hemos observado como se ha desarrollado el fenómeno de los populismos, contrarios a la economía capitalista-imperialista liderada por las últimas administraciones americanas y por nuestra sociedad del consumo. Estos movimientos sociales tienen en el origen un sesgo social de hondo calado porque afecta a la mayor parte de los individuos de sociedades pobres, marginadas y con necesidades de reivindicación, con lo que su implantación y desarrollo son relativamente fáciles.
Esos principios y valores sociales, los de la igualdad social, los de extender universalmente la sociedad del bienestar, los del respeto y la preservación de nuestro medio ambiente y el aprovechamiento racional de los recursos naturales son los fundamentales para el desarrollo de una economía sostenible y debieran ser los que orientaran de ahora en adelante a nuestros gobernantes en su quehacer diario, por el bien de toda la sociedad.
Y se acabó eso de la sociedad de las oportunidades, del dinero facil, del todo vale para obtener una meta, de las sociedades secretas, de los lobbies económicos, de los ricos riquísimos que no se preocupan más que de engordar a costa de los que sea, de los mafiosos y de los corruptos, de los defraudadores de hacienda, de los sinverguenzas y de los timadores, de la ganancia de pescadores en los ríos revueltos.
Debemos enderezar o cambiar si prefieren, el rumbo de esta sociedad. Empezar desde hoy mismo, con nuestro granito de arena, con cualquier cosa, por poco que pueda significar aisladamente, si se suma a los demas, haremos una gran montaña... si no le damos sentido y valor, se convertirá en un gran desierto. Podemos consumir, es más, debemos consumir, pero con moderación. El gesto del ahorro energético, del reciclaje de residuos, de la utilización de medios de transporte públicos, del compromiso con el medio ambiente... son gestos individuales que contribuyen a generar una conciencia global.
Estamos a tiempo, no hemos hecho más que comenzar este nuevo año, y tenemos mucho que ganar en el intento... y mucho que perder, si no aprovechamos esta segunda oportunidad.
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